Golf, poder y conflicto de intereses: el viaje presidencial que empezó en un campo de golf
La última visita de Donald Trump a Escocia revela cómo su administración ha borrado la línea entre negocios personales y gobierno
Un presidente en el green: ¿trabajo o promoción personal?
Donald Trump, a sus 79 años y tras su regreso a la Casa Blanca, ha vuelto a uno de sus lugares favoritos en el mundo: las colinas ventosas de Balmedie, Escocia, donde su organización está por inaugurar uno de los campos de golf que promete revolucionar el golf europeo. El viaje, que oficialmente se anunció como parte de una gira comercial presidencial, incluye una reunión con el primer ministro británico Keir Starmer, que supuestamente se llevará a cabo en una de sus propiedades.
Pero este viaje no solo es representativo del gusto de Trump por el golf, sino de un patrón consistente: el uso de la presidencia como vehículo para expandir —y promocionar— su imperio familiar. Una dinámica que muchos consideran un claro conflicto de intereses.
La industria Trump: el golf como emblema de poder
Los campos de golf han sido una constante en la narrativa pública de Trump, desde mucho antes de incursionar en la política. Incluso durante uno de sus juicios más mediáticos en 2023, declaró: “Algún día, quizás en mi vejez, me retiraré allí para construir lo más hermoso que hayas visto jamás”, refiriéndose a Balmedie.
Ahora, a pocos meses de abrir su nuevo complejo de 36 hoyos —al que llama “el mejor del mundo”— Trump refuerza su imagen como empresario exitoso. Según cifras proporcionadas por la Casa Blanca, los campos de Trump son empleados para torneos de élite internacional, lo que respalda su narrativa de excelencia.
Un viaje caro para una agenda dudosa
Viajar con el título de presidente no es barato. El costo operativo por hora de Marine One, el helicóptero presidencial, oscila entre 16.700 y 20.000 dólares, y cada hora de vuelo de Air Force One representa $200,000 según datos del Pentágono para 2022. Además, docenas de vehículos blindados y personal de seguridad deben trasladarse también, lo que eleva aún más los gastos.
¿El propósito oficial?: una cumbre bilateral con Starmer y mostrar liderazgo global. ¿El resultado evidente?: fotomontajes promocionales en sus campos de golf y el impulso comercial directo de su organización. “Estamos en un punto donde la administración Trump está tan entrelazada con los intereses de la organización Trump que parece que no ve diferencia alguna”, señaló Jordan Libowitz, vocero de Citizens for Responsibility and Ethics in Washington.
Negocios familiares al mando del poder
Durante su primer mandato, la Trump Organization firmó acuerdos éticos que impidieron transacciones con compañías extranjeras. En su nueva administración, ese acuerdo ya no está en pie. Sus hijos ahora manejan los activos, lo que ha derivado en iniciativas en Qatar y Vietnam mientras Trump negocia tarifas con esos mismos países. Esto plantea una peligrosa ambigüedad entre política exterior y economía personal.
Una historia de arenas movedizas: el curso de Aberdeen
El predio que alberga el primer campo de golf de Trump en Aberdeen ya ha causado controversia. Ha enfrentado múltiples demandas, incluido un pleito contra la instalación de un parque eólico aledaño —que alegaban afectaba "la vista de los golfistas"— el cual perdió. Además, autoridades ambientales escocesas lo responsabilizaron por la destrucción parcial de dunas de arena protegidas.
Como si fuera poco, el curso fue parte del célebre juicio civil donde se acusó a Trump de inflar su patrimonio para obtener préstamos. El juez Arthur Engoron determinó en 2023 que Trump era culpable, obligando a su empresa a pagar 355 millones de dólares en multas, cifra que ya ha superado los 510 millones con intereses.
Golfers in chief: Trump entre Eisenhower, Obama y Biden
La relación del golf con los presidentes de EE.UU. no comenzó con Trump. Dwight D. Eisenhower fue el primero en jugar en Escocia como mandatario en 1959. Bill Clinton restauró el putting green original en la Casa Blanca. Barack Obama instaló un simulador de golf en el sótano y John F. Kennedy, un jugador hábil, prefería ocultar su pasión por el juego.
Mike Trostel, director del Salón de la Fama del Golf Mundial, afirma que Trump es uno de los mejores golfistas que ha ocupado la presidencia. Su índice de hándicap de 2.5 lo ubica por encima de los 6.7 de Biden y muy por delante del "honesto 13" de Obama.
“Yo diría que, entre el presidente Trump y John F. Kennedy, son dos de los golfistas más hábiles que han usado la Oficina Oval”, dijo Trostel.
Ética tocada y hundida
Con cada nuevo viaje que conjuga deber presidencial y proyección comercial, resurge la pregunta sobre la ética en la administración Trump. En esta ocasión, la línea entre estado y empresa está más difusa que nunca. El hecho de usar recursos públicos para promover negocios familiares no es simplemente una excentricidad; representa un desafío al orden institucional sobre lo que significa ser servidor público.
Los defensores alegan que el éxito empresarial previa a su llegada a la política fue parte de su atractivo electoral. Sus críticos, en cambio, advierten que la imagen del presidente como empresario perpetuo erosiona la confianza pública en una administración que, según ellos, sirve tanto a Trump como a su balance financiero.
La historia juzgará si este aparente cruce de intereses construyó un legado o profundizó la desconfianza hacia la figura presidencial moderna.