Alligator Alcatraz: La cárcel migratoria que redefine la política migratoria de EE.UU.

El controvertido centro de detención en los Everglades de Florida ya comenzó las deportaciones masivas. ¿Es esta la nueva cara de la inmigración bajo DeSantis y Trump?

Ubicada en medio del pantano, rodeada por caimanes y serpientes, y operativa solo ocho días después de su anuncio, la instalación migratoria conocida como “Alligator Alcatraz” ha capturado tanto la atención mediática como las críticas de organismos de derechos humanos.

Un nombre que lo dice todo

Cuando Florida decidió llamar al nuevo centro de detención migratoria en Ochopee “Alligator Alcatraz”, no fue una coincidencia. Fue un mensaje. Como recordó el gobernador Ron DeSantis durante una rueda de prensa cerca del sitio: “El nombre es parte del mensaje. Aquí nadie viene a pasarla bien”.

Este centro, construido en apenas ocho días, abarca más de 10 millas cuadradas (26 km²) de los peligrosos Everglades. Está equipado con más de 200 cámaras de seguridad, unos 8 kilómetros de alambre de púas y al menos 400 agentes de seguridad. Actualmente detiene a unas 2,000 personas, con capacidad de duplicar esa cifra si es necesario.

Las primeras deportaciones ya han comenzado

Según DeSantis, el centro ya ha realizado entre dos y tres vuelos de deportación en los últimos días, trasladando a alrededor de 100 personas a “otros países” sin especificar destinos.

“Creo que van a ver esos números crecer drásticamente”, dijo el gobernador. Desde el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), que opera los vuelos, también se anticipa un incremento en los traslados.

La política detrás del pantano

El centro no solo fue diseñado como una cárcel, sino como un símbolo. Ubicarlo a 80 kilómetros al oeste de Miami —lejos de medios, abogados y familiares— lleva implícito un mensaje de disuasión. En palabras de la Casa Blanca, su objetivo es “hacer entender al mundo que habrá consecuencias severas si no se respetan las leyes migratorias”.

¿Disuasión o crueldad?

No todos comparten esta visión.

“Este es un experimento inhumano. Utilizan el aislamiento y las condiciones del entorno como una herramienta psicológica para castigar. Esto no es justicia, esto es crueldad”, —comentó Marisol Herrera, abogada de inmigración que ha intentado visitar el centro sin éxito hasta ahora.

La falta de transparencia también ha sido motivo de grandes críticas. Ni el Departamento de Seguridad Nacional ni la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) han especificado las rutas de los vuelos o los delitos cometidos por los detenidos. ¿Son recién llegados? ¿Personas que han vivido durante años en EE.UU.? ¿Hay menores involucrados?

Un proyecto en consonancia con Trump

Alligator Alcatraz también se puede leer como parte integral de la plataforma política republicana encabezada por Donald Trump, quien cataloga la migración irregular como una “invasión”.

En 2020, Trump ya había implementado políticas de detención agresiva como “Remain in Mexico”, que obligaba a solicitar asilo desde el país vecino. En ese contexto, centros como el de Ochopee no son un caso aislado, sino una evolución de propuestas anteriores: más grande, más aislado, más intimidante.

Una historia repetida pero intensificada

Las críticas a largo plazo hacia la política migratoria estadounidense no son nuevas. Desde Ellis Island hasta Guantánamo, Estados Unidos ha experimentado con todo tipo de centros y métodos para controlar el flujo migratorio. Pero pocos ejemplos son tan gráficamente diseñados para asustar como Alligator Alcatraz.

Según Human Rights Watch, “las condiciones y el acceso limitado a la representación legal en centros remotos como este violan principios básicos del debido proceso y del trato digno a los detenidos”.

¿Cuál es el verdadero objetivo?

La pregunta clave es: ¿pretende verdaderamente este centro procesar migrantes de manera justa? ¿O simplemente busca proyectar una imagen brutal para disuadir futuros intentos de ingreso?

Como puntualiza el analista político Eduardo Gutiérrez:

“Durante décadas hemos oscilado entre extremos en políticas migratorias. Lo novedoso aquí es el uso del miedo como herramienta explícita de gobierno. No se oculta, se promociona.”

Algunos apuntan, sin embargo, a la eficiencia operativa como posible ventaja. Como indica el director de Manejo de Emergencias de Florida, Kevin Guthrie, la estructura fue levantada en tiempo récord utilizando materiales de emergencia y tecnología militar de punta.

Retórica política vs. derechos humanos

Otros estados han visto esto con preocupación. California y Nueva York, por ejemplo, han emitido comunicados expresando su rechazo a este tipo de instalaciones sin supervisión judicial efectiva.

“Esto no debería convertirse en la norma. Estamos hablando de personas, no de cifras”, opinó la senadora demócrata Alexandria Ocasio-Cortez.

El coste humano

Leyla, una joven hondureña detenida allí y posteriormente deportada a su país, logró compartir un mensaje por mediación legal pocos días antes de ser trasladada.

“No nos daban información. Veíamos cocodrilos fuera del cerco. Escuchábamos sonidos extraños en la noche. Nadie nos explicaba si teníamos derechos. Era como estar en otro mundo. Un infierno rodeado de agua.”

¿Qué sigue?

Todo indica que este no será un caso aislado. DeSantis ha sugerido que el modelo Alligator Alcatraz podría replicarse en otras partes del país, especialmente si Trump regresa a la Casa Blanca. El mensaje es claro: cruzar la frontera sin papeles podría no solo llevarte a prisión, sino a un pantano infernal sin nombre ni rostro.


Este enfoque hiperseguro —y altamente simbólico— de la política migratoria estadounidense nos obliga a preguntarnos hasta dónde está dispuesto el país a llegar para mantener cerrado su ingreso. Y más aún: ¿quiénes son los verdaderos enemigos en este relato?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press