La batalla por el reconocimiento federal de los Lumbee: historia, política y el precio de la identidad

Mientras el Congreso decide su destino, la Tribu Lumbee lucha por ser reconocida formalmente por Estados Unidos, enfrentándose a décadas de exclusión, disputas entre tribus, intereses políticos y un futuro incierto

Un pueblo que resiste desde hace siglos

La Tribu Lumbee, con sede en Carolina del Norte, ha luchado durante décadas por obtener el reconocimiento federal pleno como nación soberana de los Estados Unidos. Aunque hoy en día son reconocidos por su estado natal, esta designación no permite acceder a los derechos y beneficios que se otorgan a las 574 tribus con reconocimiento federal. Y esa diferencia, en términos legales y económicos, lo cambia todo.

Fundamentalmente, el reconocimiento federal trae consigo acceso a servicios de salud a través del Indian Health Service (IHS), fondos educativos, ayuda para viviendas, posibilidades de desarrollo económico a través de tierras en fideicomiso y múltiples beneficios otorgados por tratados históricos y leyes del Congreso. Sin embargo, los Lumbee han estado en una especie de limbo burocrático que comenzó hace más de seis décadas.

El reconocimiento incompleto de 1956: Un limbo legal

El Congreso de EE.UU. aprobó una ley en 1956 que reconocía la identidad de los Lumbee, pero les negó explícitamente el acceso a los beneficios federales otorgados a otras tribus. Arlinda Locklear, destacada abogada Lumbee que ha trabajado en este caso durante años, describió esa legislación como un “reconocimiento sin recursos”. Según Locklear, este acto del Congreso creó una ambigüedad que ha complicado el proceso desde entonces.

“Nos reconocieron como pueblo, pero al mismo tiempo nos cerraron la puerta a todos los recursos federales”, afirma. Esta paradoja ha sido citada como una de las principales razones por las cuales el Office of Federal Acknowledgment (OFA) —organismo encargado desde 1978 de procesar solicitudes de reconocimiento— ha tenido posiciones mixtas sobre la elegibilidad de los Lumbee para postularse formalmente.

Un respaldo presidencial que se queda en promesas

Durante las elecciones presidenciales, tanto el expresidente Donald Trump como su oponente prometieron que apoyarían el proceso de reconocimiento de los Lumbee. Y, en sus primeros días en el cargo, Trump firmó una orden ejecutiva que instruía al Departamento del Interior a crear un plan para avanzar con ese reconocimiento. Esta acción fue recibida con esperanza por parte del liderazgo tribal, como lo expresó el presidente tribal John Lowery: “Un paso significativo hacia adelante”.

Sin embargo, meses después, el mismo Departamento del Interior aclaró que el plan había sido entregado, pero que el reconocimiento solo podía lograrse a través de legislación del Congreso. “Anticipamos que la tribu trabajará con el Congreso en un camino hacia el reconocimiento formal”, dijo la portavoz Elizabeth Peace.

El peso de la política en la identidad tribal

La carga política que rodea al caso Lumbee es pesada. Según un informe de 2011 de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), reconocer a la tribu y proporcionar los recursos correspondientes costaría más de $840 millones en los primeros cuatro años. Una actualización en 2022 redujo ese cálculo a $360 millones. Aun así, en un contexto en que se busca reducir el gasto federal —especialmente bajo la administración Trump y el Congreso liderado por republicanos—, este costo podría ser un obstáculo insalvable.

“No van a dar más dinero a Harvard”, declaró Trump a la prensa, refiriéndose a recortes en universidades, “queremos distribuir la riqueza”. La misma lógica podría aplicarse a la renuencia de extender subsidios federales a nuevas tribus como los Lumbee.

Resistencia desde otros pueblos nativos

Irónicamente, no solo el gobierno federal ha frenado el reconocimiento completo de los Lumbee. Otras tribus ya reconocidas han expresado su rechazo. Michell Hicks, Jefe Principal de los Indios Cherokees del Este, argumenta que “las lagunas en las afirmaciones históricas y genealógicas de los Lumbee son asombrosas”. Añade que si se les reconoce por vía legislativa, se abriría la puerta para que grupos sin fundamentos sólidos también obtengan ese estatus.

“El Congreso no estaría reconociendo una tribu. Estaría fabricando una”, sentenció Hicks.

La otra cara del argumento

David Wilkins, académico y escritor Lumbee que enseña en la Universidad de Richmond, advierte que incluso si se logra el reconocimiento con apoyo de Trump, eso podría dificultar aún más su aceptación dentro del mundo indígena estadounidense. “Nos veríamos como un proyecto político más que como una nación legítima. Y eso importa en Indian Country.”

Por su parte, el presidente tribal Lowery defiende el camino legislativo. “Pretender que lograr el reconocimiento mediante ley y no por vía del OFA es algo deshonesto es simplemente desinformación”, dijo. “No estamos esquivando el proceso. Estamos eligiendo una ruta también legal.”

La vía legislativa: ¿Esperanza o callejón sin salida?

El proyecto de ley, conocido como Lumbee Fairness Act, fue impulsado por el senador Thom Tillis (Republicano por Carolina del Norte), pero se ha estancado en el Senate Committee on Indian Affairs. Tillis ha perdido respaldo dentro de su partido, luego de votar contra una ley de impuestos propuesta por Trump, y ha anunciado que no buscará reelección, lo cual resta aún más fuerza al proyecto.

Lisa Murkowski, senadora por Alaska y presidenta del comité, ha dicho que trabajará con Tillis para avanzar, pero no ha dado una fecha concreta ni mayores compromisos.

Una tribu con raíces profundas y legítimas

Con cerca de 60,000 miembros registrados, los Lumbee constituyen una de las mayores comunidades indígenas de los Estados Unidos. Su nombre proviene del río Lumber en Carolina del Norte, y sus documentos genealógicos indican mezcla de pueblos originarios como los Tuscarora, Cheraw y Siouan, con afroamericanos e inmigrantes europeos. Esta diversidad, precisamente, ha sido uno de los puntos criticados por los escépticos, pero también es un reflejo de la historia viva del continente.

Desde la colonización, las comunidades indígenas han sufrido asimilación forzada, desplazamientos y redefiniciones estatales. La construcción de la identidad tribal en EE.UU. ha sido profundamente moldeada por políticas coloniales, segregación racial y fragmentación cultural. En ese contexto, la experiencia de los Lumbee no es una excepción, sino una regla.

El tiempo en contra y el riesgo de una desaparecida herencia

David Wilkins resume el dilema claramente: “Si no somos reconocidos pronto, nuestras futuras generaciones podrían crecer en comunidades que ya no pueden beneficiarse de su herencia. Y eso sería perder mucho más que recursos financieros.”

Para los Lumbee, cada año perdido significa más estudiantes sin becas, más ancianos sin acceso al IHS, y más jóvenes desconectados de las raíces históricas que han sido constantemente puestas en duda. El reconocimiento no es solo justicia institucional: es supervivencia cultural.

¿Reconocimiento... o desaparición?

La lucha de los Lumbee continúa, con esperanzas que suben y bajan al ritmo del tablero político de Washington. La historia dirá si fueron finalmente reconocidos como lo que siempre han dicho ser —una nación con historia, cultura y derecho a existir— o si la burocracia, los intereses económicos y la política tribal interna han ahogado su voz en un siglo XXI que sigue debatiendo quién tiene derecho a escribirse como una nación dentro de otra nación.

Fuentes:

  • Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO)
  • Departamento del Interior de EE.UU.
  • Testimonios de Arlinda Locklear, John Lowery, Michell Hicks y David Wilkins
  • Informe Brookings Institution - junio 2024
Este artículo fue redactado con información de Associated Press