La compleja herencia de Hulk Hogan: inmortal en el ring, controvertido fuera de él
El legado del ícono de la lucha libre genera un profundo debate entre el racismo y la cultura pop estadounidense
“Train, say your prayers and eat your vitamins”. Esta frase resumía la filosofía que Hulk Hogan—el eterno héroe con bigote rubio y músculos imponentes—promovía a millones de niños durante los años ochenta y noventa. Sin embargo, tras su fallecimiento a los 71 años, el mundo lucha libre y sus fanáticos se enfrentan a un dilema moral: ¿cómo reconciliar la figura icónica del ring con sus comentarios racistas y su controvertida vida fuera de cámara?
El ícono dorado de los años 80
No se puede hablar de la expansión global de la lucha libre profesional sin mencionar a Hulk Hogan. Surgido como rostro principal de la World Wrestling Federation (WWF, ahora WWE), su carisma desbordante y su personaje superpoderoso con tintes nacionales transformaron la lucha libre en un fenómeno cultural masivo.
Hogan encabezó eventos emblemáticos como Wrestlemania y protagonizó rivalidades inolvidables frente a otros luchadores como Andre the Giant, The Ultimate Warrior y posteriormente The Rock. La lucha entre Hogan y The Rock en Wrestlemania X8 (2002) es considerada por muchos como una de las peleas más electrizantes en la historia de WWE, reunidos bajo el grito ensordecedor de miles de fanáticos.
En paralelo, expandió su fama con roles en Hollywood (Rocky III, No Holds Barred), una serie sobre su vida familiar (Hogan Knows Best) y colaborações con marcas que lo solidificaron como superestrella dentro del entretenimiento estadounidense.
Hulkamania en cada casa
El fenómeno conocido como Hulkamania traspasó el universo del combate. Su imagen se volvió omnipresente en productos escolares, juguetes, videojuegos y hasta cereales. Hogan representaba una mezcla de optimismo naif, valores conservadores y fuerza física extraordinaria. Sus arengas a seguir una vida sana resonaban con miles, principalmente niños blancos, pero también con muchos jóvenes negros e hispanos.
“Era un superhéroe para muchos de nosotros», expresó Kazeem Famuyide, periodista negro y fanático de la lucha, quien creció viéndolo junto a su padre. «Representaba algo más grande que el ring.»
Pero, ¿y si tu héroe resulta ser humano… y problemático?
En 2015, el imperio de Hogan sufrió un colapso monumental. Se filtraron grabaciones donde decía comentarios racistas al referirse a su hija saliendo con chicos negros, usando la palabra con “N” y frases alarmantes como: “Soy racista, hasta cierto punto”. Resultado: fue despedido de WWE y eliminado de su Salón de la Fama.
La disculpa pública existió, pero muchos consideraron que era más una reacción obligada que un auténtico arrepentimiento. Incluso, continuó alineándose públicamente con figuras políticas y movimientos percibidos por muchos afroamericanos como opresivos, lo que deterioró aún más su imagen.
“El racismo siempre ha estado en la lucha libre”
La lucha libre profesional tiene una historia larga y, a menudo, incómoda con la representación racial. Lyric Swinton, escritora especializada en lucha, recuerda cómo personajes afroamericanos eran caricaturizados mediante estereotipos ofensivos desde sus inicios.
Casos como el de Shelton Benjamin, uno de los luchadores más talentosos técnicamente según expertos, nunca fue promovido a los niveles de otros luchadores blancos como John Cena o Randy Orton. Parte de su historia incluso lo conectó con una “mammy”, interpretada por la comediante Thea Vidale, una imagen exagerada, ofensiva y anacrónica.
“Sentía que tenía que dejar mi negritud fuera del estadio”, dijo Swinton sobre su amor por la WWE siendo mujer negra.
Reivindicación y contradicción en el cuadrilátero
Booker T, Kofi Kingston y especialmente Bianca Belair o Bobby Lashley han demostrado que es posible romper esos techos de cristal. Kofi, por ejemplo, logró alzarse como Campeón Mundial en 2019 en una victoria profundamente simbólica contra Daniel Bryan. Aun así, muchos notan que estos logros, aunque significativos, no borran más de tres décadas de narrativas racialmente insensibles.
El periodista Master Tesfatsion resume el dilema: “Amo la WWE, como amo a mi país. Pero eso implica también navegar conflictos internos y contradicciones morales”. Para él, vitorear a Hogan era imposible. “Fui a su última aparición en enero. Uno esperaría vitorearlo… pero lo abucheé. No podía celebrar a alguien que no me incluye.”
Dwayne Johnson: ¿el legado heredado?
Quizá el único que puede replicar (o incluso superar) el fenómeno de Hogan es Dwayne “The Rock” Johnson. Él mismo lo dijo en su tributo: “Puede que me hayas pasado la antorcha… pero tú llenaste cada estadio cuando pasaste por allí. Te convertiste en el más grande de todos”.
La historia es irónica: Johnson, hijo de Rocky Johnson, uno de los primeros campeones afroamericanos, ha construido una narrativa flagrantemente opuesta a la de Hogan. En vez de centrarse en el orgullo nacionalista blanco, ha abrazado y destacado su herencia no blanca, rompiendo esquemas racistas y abriendo puertas a nuevos talentos.
¿Podemos separar al ícono de su sombra?
La pregunta es tan familiar como sensible: ¿debemos recordar a una leyenda por su impacto, o por su comportamiento? ¿Puede un hombre ser gigante dentro del arte y fallido en sus valores personales sin que uno cancele al otro?
Los fans y observadores no tienen una única respuesta. Para algunos, Hogan representa nostalgia, espectáculo puro, infancia. Para otros, un símbolo del racismo latente en un deporte que refleja a la sociedad estadounidense tal como es, sin edición glamorosa.
El propio periodista Bomani Jones lo dijo en su podcast The Right Time: “Este nunca iba a ser un duelo tranquilo. No podemos simplemente ignorar su legado, igual que no podemos ignorar el daño que hizo.”
La historia continúa
A pesar de su fallecimiento, la figura de Hogan seguirá provocando debates, ensayos, documentales y acaloradas discusiones en redes. En última instancia, representa un espejo con el que el público debe mirar de frente y preguntarse: ¿qué heroísmo estamos dispuestos a tolerar, y a qué precio?