Jared Allen y su legado de lodo, lazo y talento imparable rumbo a Canton
El legendario ala defensiva de los Vikings será inmortalizado en el Salón de la Fama, dejando detrás una historia marcada por redención, espectacularidad y pura dominación en el campo
Un vaquero con armadura
Jared Allen, con su emblemático sombrero vaquero y su famoso festejo estilo rodeo tras capturar al mariscal de campo, será inducido al Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional en Canton, Ohio. El ala defensiva, que emergió de una infancia en un rancho de caballos en el norte de California, no sólo cumplió, sino que superó con creces aquella afirmación que hizo a los ocho años: quería ser jugador profesional de fútbol americano.
Con una carrera de 136 capturas (sacks) y cuatro selecciones al primer equipo All-Pro, Allen no sólo brilló en el campo. Representó un equilibrio entre el espectáculo y la efectividad, una combinación rara y valiosa en la NFL.
Del caos a la gloria: sus primeros años
Eligido en la cuarta ronda del Draft de 2004 por los Kansas City Chiefs, Allen pronto demostró su habilidad como cazamariscales. Sin embargo, su ascendente carrera enfrentó turbulencias: en 2006 fue detenido dos veces por conducir bajo los efectos del alcohol.
El entonces gerente general, Carl Peterson, lo calificó como “un joven en riesgo”. Esta falta de respaldo por parte de la directiva y la necesidad de un nuevo contrato lo empujaron a pedir un traspaso. Así fue como en 2008, tras una suspensión de dos partidos y una fantástica campaña de 15.5 capturas en sólo 14 juegos, los Chiefs lo enviaron a los Minnesota Vikings.
El renacimiento púrpura en Minnesota
En su debut con los Vikings, Allen firmó un contrato por seis años y 73 millones de dólares, el más lucrativo para un defensivo en su momento. Lo que siguió fue una era de dominio absoluto: más de 14 capturas por temporada en sus seis campañas con el equipo. Su punto culminante llegó en 2011 con 22 capturas, a sólo media de igualar el récord histórico de Michael Strahan.
“Con un contrato así viene presión, pero no soy de los que se sientan en sus laureles”, afirmó Allen. Su determinación lo llevó a honrar ese jugoso contrato sin sacrificios, algo que muy pocos logran en una liga donde el rendimiento es efímero y los contratos suelen ser restructurados.
El espectáculo también cuenta
Allen era más que estadísticas. Su ritual de celebración —caer de rodillas, girar imaginariamente una cuerda y simular atrapar a un becerro— era un guiño a sus raíces vaqueras. Se convirtió en uno de los jugadores más divertidos y carismáticos de su generación. No era raro verlo participar en aventuras extremas como correr con toros en España o cazar jabalíes con un cuchillo en Texas.
“Siempre quise que supieran cuánto amaba este juego”, afirmó Allen. Esa pasión se tradujo dentro y fuera del campo: una personalidad vibrante en los vestidores y una bestia competitiva en los domingos.
Una muralla defensiva inolvidable
Al llegar a Minnesota, Allen se integró con rapidez. Recibido por sus nuevos compañeros Kevin Williams y Pat Williams, entendió de inmediato que había entrado a una jungla competitiva. Los tres formaron uno de los tridentes defensivos más imponentes de la liga.
“Quería que hablaran de nosotros como hablaron de los ‘Purple People Eaters’”, confesó Allen en alusión a la legendaria línea defensiva de los años 70 conformada por Alan Page, Carl Eller, Jim Marshall y Gary Larsen. Ese legado le sirvió como objetivo e inspiración.
La catarsis de la redención
Lo que más resalta de Allen no es solo su producción o su show, sino su capacidad de redención. Tras sus problemas legales, decidió dejar el alcohol y redobló la intensidad de sus entrenamientos. Muchos jugadores se hunden tras la adversidad; Allen, en cambio, la aprovechó como trampolín.
Durante su carrera batalló, se cayó, se levantó y volvió a destacar. Dejó huella en los Chicago Bears y cerró su carrera participando en el Super Bowl con los Carolina Panthers en la temporada 2015. Aunque ya estaba en la etapa crepuscular de su trayectoria, su legado era incuestionable.
Un legado más allá de los números
Jared Allen ocupa oficialmente el puesto número 12 en la lista histórica de capturas desde que ese dato comenzó a recopilarse en 1982. Estudios de Pro Football Reference que revisan partidos anteriores al uso oficial de esa estadística lo ubican como el número 16 de todos los tiempos.
Sus contribuciones fueron más allá de los números. Inspiró con su historia de superación, marcó un estilo de juego poderoso y provocativo, y demostró que el espectáculo se puede combinar con el más profundo respeto por el deporte. Como él mismo dijo:
“Quería honrar el juego siendo grande, no por arrogancia, sino por respeto y gratitud a los que vinieron antes.”
El vaquero inmortalizado
Ahora, a punto de ser inmortalizado en Canton junto a Sterling Sharpe, Antonio Gates y Eric Allen, Jared Allen planea portar su sombrero vaquero durante la ceremonia. Es un accesorio simbólico que resume su vida: la dureza del rancho, la pasión desbordante por el fútbol y una autenticidad que nunca negoció.
Los fanáticos de los Vikings y los Chiefs, así como los amantes del fútbol americano en general, recordarán a Allen no solo por sus 22 capturas en una temporada o sus múltiples selecciones al Pro Bowl. Lo recordarán por su energía inagotable, su forma de vivir el deporte con alegría, y por demostrar que, incluso tras los tropiezos, uno puede dejar un legado eterno.
Porque, como dijo en más de una ocasión: “La grandeza nace cuando no estás dispuesto a ceder.”