El fracaso del nuevo Mundial de Clubes: Estadios vacíos y una Champions disfrazada
Pese a la grandilocuencia del formato y la promesa de espectacularidad, el Mundial de Clubes 2025 ha arrancado con gradas vacías, bajo entusiasmo y una peligrosa europeización del torneo.
Una nueva era... que comenzó con más dudas que aplausos
El novedoso Mundial de Clubes 2025, promovido por la FIFA como un megaevento que redefiniría el fútbol de clubes, ha comenzado de la peor forma: con más preguntas que respuestas. Celebrado en Estados Unidos y con un formato ampliado a 32 equipos inspirado en la Copa del Mundo, el torneo ha expuesto desde sus primeros partidos una preocupante falta de interés.
Los datos son contundentes: más de un millón de asientos vacíos marcaron la fase de grupos, un claro contraste con el entusiasmo que la FIFA esperaba replicar. Con 48 encuentros disputados, solo el 56,7% de los asientos disponibles fueron ocupados, evidenciando un escaso interés por parte del público.
Asistencias desangeladas: cifras que alarman
Según cifras oficiales, la asistencia total fue de 1.67 millones de personas frente a una capacidad total de 2.95 millones, lo que significa un promedio de apenas 34,759 espectadores por partido. En ciudades clave como Orlando, se registraron apenas 3,412 y 6,730 asistentes en algunos duelos, mientras que en Cincinnati los números apenas superaron los 8,000 fanáticos.
El caso del MetLife Stadium, elegido como sede de la final del Mundial 2026, fue especialmente llamativo: solo se llenó al 44.9% de su capacidad. Un dato inquietante si consideramos su relevancia y proyección como escenario estelar en los próximos años.
¿Por qué no engancha este torneo?
El fracaso de convocatoria del torneo se puede atribuir a múltiples factores:
- Un formato impersonal: Pese a su expansión a 32 equipos, la competición carece de una narrativa atractiva. No existen las rivalidades históricas ni la mística que rodea a torneos como la Champions League o el Mundial de selecciones.
- Fechas poco aptas: Muchos de los partidos se jugaron en periodos de verano sin una preparación adecuada, afectando el ritmo del fútbol y la calidad del espectáculo.
- Distancia cultural: Estados Unidos todavía busca consolidarse como una nación futbolera. Salvo excepciones como Miami o algunas ciudades con alta población latina, la expectativa por el torneo fue mínima.
Europa, el gran protagonista... otra vez
De los 16 equipos clasificados a la fase de eliminación directa, nueve son europeos. Esta sobrerrepresentación ha transformado el torneo en una suerte de Champions League 2.0. A ellos se suman cuatro equipos brasileños y representaciones puntuales de la MLS, la Liga MX y Arabia Saudita.
Este desequilibrio ha generado críticas desde diversas federaciones, especialmente sudamericanas y africanas, que ven como una amenaza la consolidación de un formato que, pese a llamarse “mundial”, favorece abiertamente a Europa.
Los estadios: símbolos del desinterés
En general, los escenarios tradicionales del fútbol estadounidense tampoco ofrecieron el calor esperado. A excepción de Miami Gardens, que alcanzó un 81.8% de ocupación, ciudades como:
- Filadelfia: 61.6%
- Seattle: 52%
- Atlanta: Apenas 44.3%
Incluso escenarios míticos como el Rose Bowl en Pasadena, donde se jugó la final de la Copa del Mundo 1994, mostraron tribunas semivacías. Apenas alcanzó el 50% de su capacidad.
¿Un torneo pensado para la televisión?
Con las multimillonarias alianzas de FIFA con cadenas como FOX y Telemundo, muchos analistas se preguntan si este nuevo Mundial de Clubes fue ideado más para llenar pantallas que estadios. En una era donde el streaming y la presencia digital pesan más que la asistencia física, la FIFA podría estar priorizando los ingresos comerciales por encima de la experiencia en vivo.
El presidente del organismo, Gianni Infantino, defendió el formato alegando que se trata de un paso necesario para la “globalización del fútbol de clubes”. Sin embargo, las imágenes de estadios vacíos contradicen esa narrativa.
Comparando con la Champions League
No es casualidad que se hable de una "Champions camuflada". La similitud es evidente:
- Dominio europeo en los clasificados
- Formato de fases más alargadas y similares a los mundiales
- Ausencia de sorpresas o hazañas de clubes menores
La Liga de Campeones sigue siendo el pináculo absoluto del fútbol de clubes. La falta de un incentivo real para que los gigantes europeos se esfuercen en este nuevo torneo convierte al Mundial de Clubes en una repetición sin alma ni historia. La estadística interesará a la FIFA: el Real Madrid o el Manchester City venden más en El Salvador o Nigeria que cualquier equipo local. Pero... ¿eso basta para llenar estadios? Aparentemente no.
¿La FIFA sobrevaloró el peso global del fútbol de clubes?
El Mundial de selecciones ha demostrado históricamente cómo el sentido de pertenencia y patriotismo moviliza a millones de personas. En cambio, el fútbol de clubes, salvo excepciones como Boca Juniors, Flamengo o Barcelona, apela a una fidelidad más parcial.
El intento por forzar una narrativa global con clubes sin historia compartida fuera de su continente está resultando fallido. ¿Realmente el público de Estados Unidos se sentirá atraído a ver a Fluminense enfrentar a Mamelodi Sundowns en un partido sin relevancia emocional?
El reto de FIFA: salvar un torneo que apenas nació
Con la llegada de los octavos de final, la FIFA tiene una posibilidad de redención. Si bien los grupos han decepcionado a nivel de público, aún quedan partidos con potencial atractivo: cruces entre europeos, clásicos intercontinentales, y el siempre esperado choque entre América Latina y Europa.
Pero la pregunta sigue flotando en el aire: ¿vale la pena un torneo de esta magnitud si la pasión aún no lo acompaña? ¿O será necesario repensar el formato y volver a lo esencial, donde el fútbol importa no por los contratos televisivos, sino por lo que despierta en la gente?
Por ahora, el Mundial de Clubes 2025 ha sido un duro recordatorio de que no todo lo grande es mejor. Y que la verdadera grandeza del fútbol aún se juega en campos más humildes, con menos luces, pero con más alma.